LA VÍCTIMA PERFECTA

LA VÍCTIMA PERFECTA (THE RESIDENT, 2011)

Director: Antti Jokinen/

Productores: Hammer Film Productions/

Guión: Antti Jokinen, Robert Orr/

Fotografía: Guillermo Navarro/

Música: John Ottman/

País: Reino Unido/

Intérpretes: Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Chistopher Lee, Lee Pace/

Duración y datos técnicos: 88 min. Color.

 

 

El sello de la Hammer siempre fue la realización de producciones de bajo presupuesto, que buscaban de forma prioritaria el beneficio económico, pero que poseían  un estilo propio muy singular, una intención de independencia que trataba de mantener sus raíces europeas y una serie de actores bandera que llegaron a ser grandes mitos. De estas tres premisas, “La víctima perfecta” (The Resident, 2011) lo único que mantiene es un cameo, largo si queremos, del Sr. Christopher Lee.

Siendo una película no excesivamente modesta, dispuso de un presupuesto de 20M$, creo que el planteamiento que se han hecho los dirigentes de la mítica productora ha sido contratar a dos actores de renombre, ahorrando presupuesto en la dirección, buscando un buen director de fotografía y trabajando sobre un guión bastante mediocre. Lo que me ahorro por aquí, lo gasto por allí, intentando suplir las carencias del guión y de la dirección, con caras conocidas y con algún director técnico que arregle un poco el percal, como el propio Guillermo Navarro, director de fotografía de “El Laberinto del Fauno” (2006). El resultado final es muy poco satisfactorio, porque aún teniendo una correcta puesta en escena, la historia hace aguas por los cuatro costados. La producción en su conjunto carece de cualquier matiz que sugiera que hablamos de una producción europea, buscando de forma absolutamente injustificada parecer un proyecto de Hollywood. Los defectos más graves se aprecian en una pusilánime dirección y un mediocre guión.

Fue una sorpresa para mí, volver a ver a la Hammer produciendo una película irlandesa, como «Wake wood»,(2011) con sabor a ese terror británico sobre lo oculto y me agradó bastante. También fue interesante el Remake de «Déjame Entrar», (Let me in, 2010) que aunque muy lejos del original y con un producto fabricado como mero negocio, me hacía albergar ciertas esperanzas para futuras cintas de terror de la productora, amén de la vampírica “Beyond the Rave” (2008). Pero esas esperanzas se han perdido en el olvido, mientas veía este presunto thriller psicológico de terror, que como thriller no tiene el ritmo adecuado, de psicológico tiene personajes profundamente mediocres y no sabe crear tensión y de terror tiene tres sustos mal pergeñados pero omite cualquier intento de crear atmósferas o un terror real y patente.

 

El planteamiento nace de una buena idea, que ya carece de interés y originalidad por haber sido usada y denostada hasta la saciedad. Una joven bella y muy “Jasp”, decide alquilar un apartamento en el puente de Brooklyn, tras haberse separado de su marido (bien podríamos citar grandes películas, como “Things i never told you” (Cosas que nunca te dije, 1996) de Coixet u obras maestras como “The ghost and Mrs muir”, (El fantasma y la Sra. Muir, 1947) del gran Mankiewicz con el mismo recurso argumental y a esto le añadimos un psicópata sin personalidad como personaje, que cuando más profundiza en él, nos cuenta que es tan cobarde como su padre.

A partir de ahí, un novato como Antti Jokinen, que estimo podría ser valorado en un futuro para subproductos comerciales con grandes beneficios, en producciones protagonizadas por Gerard Butler o cualquier otro “seudo-actor-sobre-hormonado”, se pierde en, flashbacks incluidos, una loca peripecia dirigida exclusivamente a imitar de forma grotesca y deslucida al maestro del suspense, Alfred Hitchcock y al maestro de los espacios y los ambientes cargados y tétricos, Roman Polanski.

 

Con ese estilo de vago de la clase de cine, Jokinen pretende con su psicópata de alguna forma emular al maravilloso Norman Bates de Anthony Perkins, introvertido y demente pero únicamente sobre el papel y esos espacios maravillosamente opresivos de “El quimérico inquilino”, que esta vez más que opresivos, resultan aburridos por falta de ideas en cuestiones fotográficas o de iluminación y narrativamente absurdas y muy poco creíbles. En este tema de los espacios, el derroche de posibilidades es tajante. En un buen trabajo de preproducción se eligió como escenario principal un exuberante apartamento bajo el puente de Brooklyn, que pudiendo convertirse con facilidad en un escenario emblemático, se deja llevar por la mediocridad, en un ejercicio de estilo puramente comercial. A parte juega con otros escenarios como una galería de arte, que más que aportar matices o nuevas sensaciones me produce una sensación horrible de estar viendo una postal de Nueva York.

Una buena actriz como Hilary Swank no tiene espacio o lugar para desarrollar sus dotes interpretativas, como lo hiciera dentro de ese inolvidable personaje llamado Maggie Fitzgerald. Viéndola, tengo la impresión de que está actuando de alguna forma cohibida bajo las órdenes de un director excesivamente marcado por esos clichés y carente de imaginación. Algo parecido le ocurre a Jeffrey Dean Morgan, cuya habilidad dramática está por encima de su personaje. Su actuación resulta creíble y hasta empática en las primeras escenas, cuando intentan convencernos de que es un honesto y currante jóven, pero resulta todo tan previsible e inverosímil que su historia está lejos de resultar apetecible.  Un personaje que se esconde entre las sombras y los tabiques del alma y del viejo edificio que gestiona, pero que igual que consigue resultar agradable en ciertos momentos, no consigue provocarme los sentimientos negativos que un personaje como el suyo, en caso de estar bien diseñado debería provocarme. La actuación de Christopher Lee es exclusivamente para la galería. Por supuesto su personaje impone y con una sola mirada crea la tensión más divertida de todo el largometraje.

Y si estuviéramos cortos de clichés aún podríamos hablar de uno más, como es el uso narrativamente hablando de introducir cámaras de vigilancia, con una clara intención de acercarse al tan en boga terror subjetivo. De alguna forma tiene explicación en el guión, pero aparte de estar muy lejos de ser original, denota una clara intención injustificada de acercarse a ese falso documental del que presumían cintas como la archiconocida “The Blair Witch Project” (El proyecto de la bruja de Blair, 1999) o la curiosa desconocida “Haunted Changi” (2010).

La trama es tan antigua como ese género que llaman thriller y tiene el grave defecto de introducirnos una confabulación amorosa que vuelve a ser poco creíble y que rellena los huecos que la trama principal no sabe llenar.

La música de John Ottman es correcta, pero anodina, apoya las escenas, pero carece de personalidad o cualquier tipo de magia. Sería correcta en cincuenta thrillers más.

Esperemos que la Hammer vuelva a sus patrones clásicos o al menos intente ser independiente. No perdemos la esperanza.

Por: Juan José Iglesias


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