La autopsia de Jane Doe

André Øvredal volvía a la gran pantalla con el thriller de terror sobrenatural y brujería La autopsia de Jane Doe (2016), tras su debut en el largo en 2010 con el sorprendente foundfootage Trollhunter.

La película da comienzo en un exterior en el que se nos muestra un terrible escenario en el que dos personas han muerto en su propia casa. La puerta no ha sido forzada, pero las señales de violencia son salvajes. En su interior los cuerpos desmembrados del matrimonio y un tercer cuerpo desnudo, medio desenterrado en el sótano. El de una joven en buen estado de conservación pero con muestras de haber sido torturada. ¿Quién es esta Jane Doe? ¿Qué le ha pasado? ¿Y al matrimonio?

Con este punto de salida, el cuerpo de Jane Doe acabará en la morgue del sótano que regenta el personaje interpretado por el siempre brillante Brian Cox (Succession) y su hijo Emilie Hisrch. Ambos pasarán una larga noche tratando de averiguar quién es la joven anónima, Jane Doe, y qué le ha sucedido mediante una meticulosa autopsia que acabará desvelando oscuros secretos.

Øvredal construye una cinta que carga las tintas de una manera admirable. Con apenas tres personajes, dos vivos y uno muerto, y un escenario, la morgue, crea una atmósfera densa, tensa, incómoda, brutal…Con ecos de casa encantada, de historia de fantasmas y otros que no voy a desvelar para no dar pistas a quién no la haya visto, la primera hora del relato es frenética, terrorífica y misteriosa. Todo está milimetrado, la ausencia de música que nos permite escuchar el crujido de los huesos cuando son cortados para abrirse paso en el tórax, la piel surcada por el bisturí siendo apartada, el sonido de los órganos extraídos…el silencio que reina en las inmediaciones de la morgue, y los colores apagados y densos que pesan generando una atmósfera creepy superlativa.

Pese a lo que pueda parecer, la cinta tiene misterio, pero también momentos adrenalínicos, de acción, que llevan al espectador a estar en un estado permanente de tensión, en cualquier momento parece que puede suceder algo que te vaya a catapultar de la butaca. Y eso, no es poca cosa porque lo consigue con todo el trabajo mencionado, de puesta en escena, y especialmente con el de los actores, dando fe del estupendo trabajo de dirección que lleva a cabo Øvredal. Por supuesto, el guion aunque aparentemente sencillo, escrito por Ian Goldberg y Richard Naing, cuyo trabajo como guionistas se ha centrado en series de televisión como Dead Summer o Fear de Walking Dead, se antoja interesante y bien construido, aunque la parte final pueda ser algo decepcionante en contraposición a todo el resto del metraje.

En todo caso, es una cinta de obligado visionado, una perla disfrutable con todos los mecanismos clásicos del género de terror que cumple su función, y que de verdad aterra, un estilo al que parece que muchos directores actuales de género prefieren no acercarse o hacerlo pasando de puntillas como si no fuera con ellos.

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