Sitges 2013. Día 2: promesas incumplidas, el infierno de Roth es una atracción Disney

 

Con la resaca de un inicio de festival tirando a nefasto, nos encaminamos al cine Prado con la esperanza de resarcirnos con el visionado de Proxy y Jellyfish Eyes, ambas dentro de la sección Noves Visions y Noves Visions experimenta, respectivamente. La intención para este segundo día se desvanece al no poder conseguir invitaciones, gracias a la mínima cantidad de tickets puestos a disposición para la prensa, para ver The Zero Therorem, la nueva película de Terry Gilliam. Hacemos de tripas corazón y encaramos el visitando de Proxy que se revela como la sorpresa del día y salimos de la proyección esperanzados.

PROXY. La necesidad de ser visible a los demás.
Esther, embarazada de nueve meses, apunto para dar a luz, es atacada en un callejón tras una visita al ginecólogo por un encapuchado. El resultado es un ladrillazo en la cabeza y muchos más en el vientre. La consecuencia de este ataque es la pérdida del bebé. A partir de ese momento, la protagonista hundida, se ve abocada a un grupo de apoyo para personas que han sufrido actos de violencia. Es aquí donde conocerá a la peculiar Melany, que se muestra muy amigable y dispuesta a ayudar a la protagonista. Sin embargo en Proxy nada es lo que parece y poco a poco se van desvelando los oscuros mecanismos que impulsan a ambas mujeres, dos almas desprovistas de autoestima que actúan movidas por una imperiosa necesidad de ser visibles para el resto del mundo, y para ello están dispuestas a llevar a cabo las acciones más terribles y pérfidas imaginables.

Una cinta que sorprende por su crueldad y los giros argumentales que muestra paulatinamente que consiguen arrastrar al espectador a la oscuridad más absoluta del alma humana.

Pero está claro que con la gran cantidad de películas que se programan en este festival caótico y monumental, no todo es oro lo que reluce y la mediocridad abunda. La alegría tras el visionado de Proxy nos dura poco tras ver Jellyfish Eyes que bien podría haberse incluido en la sección Sitges Family.

JELLYFISH EYES. ¿Pero esto no es Sitges Family?

Un cuento japonés más cercano a un episodio de Pokemon que a una fábula que fundamenta su experimentación en la convivencia entre personajes reales y personajes creados mediante animación en 3D. Mad doctors, magia negra, tecnología y bichejos de todo tipo se dan cita en una infantiloide historia que pretende ser una suerte de crítica a la sociedad hipertecnificada que se queda en es una suerte, pero de la mala. Aburrida a más no poder que arrancó los ronquidos de más de uno.

Tras una mañana de cal y arena nos plantamos en la sesión nocturna de la nueva aventura de Eli Roth y Nicolás López, que parecen uña carne desde que colaboraran juntos en Aftershock (Nicolás López, 2012). Una de las acciones habituales de una parte de la prensa, la que yo conozco por lo menos, ha tenido que comprar entradas para cubrir algunos pases. En mi caso tras no poder cuadrar la parrilla de visitando con otras actividades, y la imposibilidad de adquirir una invitación, gracias al limitado número de entradas y al nefasto sistema informático de reservas para prensa, me veo en la obligación de comprar la entrada para The Green Inferno.Para acabar de redondear la situación, el inicio de la película se ve retrasado en una hora que pone al respetable al borde de un ataque de nervios y que acaba haciendo que la maratón de la 1:00 am no pueda tener inicio hasta las 2 am.

THE GREEN INFERNO. Mucho lirili y poco lereleimages

Eli Roth construye un homenaje al cine caníbal italiano de finales de los 70, en particular a Holocausto Caníbal, así lo confirma la dedicatoria en los créditos finales.La cinta adolece de muchas carencias entre ellas un guión simple y anodino, una estructura mal construida, una dirección más que cuestionable y unos actores cuyas interpretaciones mediocres rozan el escándalo. Con voluntad cómica en algunos momentos, Roth, nos pone la piel de gallina ante semejante sucesión de memeces. Una decepción absoluta que no tiene la valentía de presentar ni tan siquiera el gore que prometía. En este sentido Holocausto Caníbal, y hablamos de una película de 1979, la supera de lejos.

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