MIENTRAS DUERMES

MIENTRAS DUERMES.  

(SLEEP TIGHT, ESPAÑA, 2011)


Director:
Jaume Balagueró/

Productores: Filmax/

Guión: Alberto Marini/

Fotografía: Pablo Rosso/

País: España/

Música: Lucas Vidal/

Intérpretes: Luis Tosar, Marta Etura, Alberto San Juan, Petra Martínez/

Duración y datos técnicos: 107 Min. Color.

 

Habiendo pasado unos días desde su estreno en Sitges con unos resultados en cuanto a crítica y público que entiendo muy satisfactorios para su director y productores, he llegado a la conclusión de que Jaume Balagueró se ha convertido en uno de esos cineastas que hagan lo que hagan van a recibir el aplauso incondicional de espectadores y críticos, lo que me lleva a la única conclusión de que tanto Balagueró como “Mientras Duermes” (Sleep Tight, 2011) están siendo presurosamente sobrevalorados.

Sin duda el director se ha ganado durante los últimos años ser el realizador patrio en el que confiar si esperamos ver buen cine de género, pero quizá por haber creado tantas expectativas he de decir que he salido ligeramente defraudado de la sala de cine.

No merece la pena discutir si es su mejor película ya que la comparativa nos llevaría a pensar instintivamente en la saga “REC” y el registro en este caso es completamente distinto. Si “REC” nos sumergía en una narración frenética de terror con trazas realistas, mezclado con cine de zombis, “Mientras Duermes” es un thriller de intriga que se acerca al terror en momentos muy concretos y de forma muy sutil, no llegando nunca a buscar el susto o el miedo, en el espectador. Su intención es el suspense. El tempo, la narración, los espacios y los ambientes nos podrían hacer pensar en el tan nombrado en estos días Roman Polanski, pero creo que con una concepción cercana a su cine, Balagueró no ha logrado ni acercarse al maestro, quedándose en un largometraje de los que anhelamos los que amamos el cine de género, debido a su escasez y más en nuestro país, pero muy lejos de esos ambientes sobrecargados, tétricos y lúgubres que necesitaría una trama como la que se nos plantea.

El mayor problema de esta cinta no es ni mucho menos la dirección, por descontado el reparto, que es de lo mejorcito en la actualidad ibérica, sino un débil y resquebrajado guión que hace de la labor del director catalán una misión imposible a la hora de crear las añoradas tensiones e intrigas. Lo que pretende ser un ejercicio de estilo, una creación de ambientes y un análisis de las motivaciones de los personajes, se convierte en una primera mitad de película sencillamente aburrida. Con la pretendida idea de crear suspense y sobre todo de marcar un tempo narrativo adecuado, cosa que el director logra sin duda alguna, lo que veo en la pantalla no me aterra, ni me pone de los nervios; logra lo que pretende, que es advertirme de que algo se cocina a fuego lento en esa portería, pero no me seduce en esa primera parte que debería estar destinada a crear una inquietud exasperante. Formalmente es correctísima, pero narrativamente es del todo floja, en buena medida por acercarse en exceso a tópicos casi infantiles, pero sobre todo por un deseo que difícilmente puede ser disimulado de vincularse al mainstream.

Tras esa primera parte que debería haberme tenido atado al asiento tirándome de los pelos y que sólo consiguió hacerme dudar del estado de ánimo del colega al que yo había “arrastrado” a la sala, debido a mis aforados deseos de ver lo nuevo del catalán, el esperado giro formal llega en el momento adecuado con una meticulosa y excelente formalidad cinematográfica. Insisto en la idea de que si obviamos el guión, la composición formal de la cinta es de un maravilloso thriller clásico, pero mientras el director se esfuerza en componer ese ritmo tan delicioso, las situaciones propias de la historia suenan a vistas y oídas hasta la saciedad.

La tensión narrativamente chabacana de la primera parte rompe a gusto en el momento preciso mientras la cámara espera con inteligencia y excelentes planos medios y travellings, a un ascensor al que se le podría haber sacado mucho más partido. Esta segunda parte, y esto apoya mi opinión de que la dirección demuestra suficiencia y sabiduría, carece de eso que estamos hartos de ver, que son golpes de efecto, ya sean mediante luz, sonido o música, lo que le aporta una naturalidad y credibilidad muy necesaria en el cine género y que harían del personaje de Tosar un infame y delicioso “cabrón”, si se le hubiera dado una mayor profundidad al personaje.

Otro de los defectos aplicables a la narrativa es la de no haber aprovechado el buen hacer de Luis Tosar, a la hora de encarnarse en los personajes más deleitablemente bastardos del cine español de los últimos años. Todos hemos recordado al execrable y gozoso “Malamadre” y yo al menos he sentido el trabajo de Tosar deslucido y falto de creatividad. La idea clásica del ama de llaves, de ese personaje que se imbuye en nuestras intimidades cuando no estamos y que se esconde en las sombras para acechar y doblegar nuestra felicidad es simplemente magnífica, pero se deja llevar en devaneos sobre una idea de maldad por momentos demasiado obvia y fácil. Echo de menos la retorcida y sarcástica perversidad de mi admirada “Funny Games” (Juegos Divertidos, 1997) de Michael Haneke y esta idea daba para ello.

Entiendo que Pablo Rosso también ha desaprovechado una gran oportunidad para haber diseñado una dirección de foto, mucho más compleja, donde unos contrastes y juegos de luz, más acentuados habrían hecho mis delicias y acentuado la maldad del vengativo portero. El rodaje prácticamente exclusivo en interiores daba mucho más juego, pero el tipo de fotografía utilizado reafirma esa idea de naturalidad frente a golpes de efecto, que pretende, en mi opinión sin conseguir, ensalzar la iniquidad del personaje, buscando la magnificencia cinematográfica que tiene el cine Polanski o Haneke, frente a la vulgaridad efectista que impera en el cine comercial, cosa que, repito, consigue sólo formalmente.

La música de Lucas Vidal reafirma la misma teoría de sobriedad, quedando en un segundo plano, comedido y óptimo, formando parte de una composición global de la cinta coherente y  magnífica en sus formas. La introducción de canciones clásicas de Swing es de un gusto exquisito, pero no terminan de encajar en la historia.

El guión separa a esta obra de su vocación de obra maestra, para convertirla en una película, y no es poco, simplemente interesante.

Por: Juan José Iglesias

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