Crítica: “La maldición de Frankenstein”

“La maldición de Frankenstein” (The curse of Frankenstein. 1957)

Dirección: Terence Fisher
Guión: Jimmy Sangster, según novela de Mary W. Shelley
Intérpretes: Peter Cushing, Hazel Court, Robert Urquhart, Christopher Lee.
Fotografía: Jack Asher
Montaje: James Needs
Música: James Bernard

Duración y datos técnicos: 82 min. color.

La maldición de Frankenstein” (The curse of Frankenstein. 1957) representa el renacimiento del cine de Terror Gótico a finales de los 50 e inició una travesía llena de éxitos para la “Hammer Film Production Limited”. Fue la primera aventura de la compañía en su Ciclo de Horror particular, ciclo que les brindó la oportunidad de quedarse para siempre en la historia del cine. Tras una primera etapa, en los años 30, con poco éxito comercial y alguna interesante actuación de Bela Lugosi y tras haber dejado de producir durante los años de la Guerra, la “Hammer” encontró la forma de que el negocio funcionara, siempre con su estilo de cine de bajo presupuesto.

Conocido el éxito que había tenido “Universal Pictures”, con grandes clásicos como “Drácula” (1931) de Tod Browning, o “El Doctor Frankenstein” (Frankenstein. 1931) de James Whale, la “Hammer”, inició su andadura de la forma más adecuada, con el “Mad Doctor” por excelencia, el Dr. Frankenstein de la novela de Mary Wollstonecraft Shelley. Obtuvo un gran éxito de público y suculentos beneficios.

Terence Fisher realizaba con ésta su cuarta película, quinta si tenemos en cuenta la serie de TV “Las aventuras de Robin Hood” (The adventures of Robin Hood. 1955). Su excelente trabajo se vio privado de libertad por trabajar casi siempre bajo los postulados de la “Hammer”, pero fue esta película la encumbró su carrera. Aquí nacían los éxitos de la “Hammer” y de Terence Fisher”.

El guión revisa el relato de la novela de Shelley creando una historia con una serie de componentes nuevos. Coloca al Doctor en prisión, intentando convencer a sus carceleros de que él no ha cometido los terribles asesinatos que se le imputan, argumentando que fueron ejecutados por la bestia que él mismo creó clandestinamente en su laboratorio. Es un guión temporalmente lineal excepto porque utiliza el recurso de contarlo a modo de “flashback”. La primera y última escenas son las únicas que transcurren en su tiempo real. Es un guión con dosis de suspense y terror, pero carece de escenas realmente poéticas, como la del reflejo en el lago. La visión de “Hammer” de trabajar de una forma más comercial, comenzaba a dilucidarse.

Vista hoy, resulta un tanto anticuada. El tiempo ha colocado a este Ciclo de Horror en un lugar privilegiado, como algo histórico, pero no consigue mantener la esencia de terror y suspense que sí lograba en su época. Reviviendo los sueños de Shelley y de Whale, Fisher compone su propio retrato del hombre que quiso ser Dios, de su visión del moderno Prometeo, enmarcado en esos escenarios coloridos tan míticos de la productora y apoyados por la dirección de fotografía de Jack Asher. Ambos continuarían unidos en los que hoy son los clásicos de la “Hammer” como “Drácula” (1958) o “La momia” (The Mummy. 1959).

Pese a verla hoy, como puro entretenimiento, sus personajes mantienen cierta complejidad. La interpretación del Dr. Frankenstein, encarnado por un actor que ligaría su carrera casi por completo a esta productora, el mítico Peter Cushing, realiza un papel sumamente representativo de esa idea de “Mad Doctor”. Es su actuación, junto a la de los otros tres protagonistas lo que mantiene el interés en esta cinta. La credibilidad de su personaje, engendrada con un sarcasmo de lo más pérfido, y su habilidad para llevar al personaje a registros tan amables como perniciosos, hablan elocuentemente de sus habilidades interpretativas. Pero es la composición de personajes, lo realmente interesante.

Esa dualidad entre el “Mad Doctor” de Cushing y el científico honesto y ético interpretado por un Robert Urquhart, que destila clasicismo y elegancia por los cuatro costados, componen el punto fuerte de la trama. Una lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la aventura y el camino marcado, lo horrible y lo “divino” que se enfrentan eternamente como una idea, totalmente religiosa, que refuerza de nuevo la idea de “Mad Doctor” y su lucha por transgredir toda normal moral, con la idea de ser “Dios”. El personaje de Hazel Court, una bellísima pelirroja, que posteriormente trabajaría asiduamente con Roger Corman, introduce en la historia la idea de “amor”, un amor, que como el propio Doctor, se divisa corrupto, maldito, interesado y falso.

El personaje más atrayente desde el punto de vista estético, es sin duda el monstruo interpretado por el mítico Christopher Lee. Creo que su actuación carece de interés comparándola con el Robert de Niro de la película de Branagh o el Boris Karloff de la de Whale. Es una interpretación bastante plana, que deja el protagonismo a los dos Doctores, por un tema exclusivamente de guión, pero aunque su actuación sea sencilla estaba destinado a convertirse en un icono, por esa reinvención de los personajes clásicos del Horror. Precisamente en el monstruo, es donde se ponen de manifiesto las ideas de la “Hammer”, con un maquillaje totalmente representativo de esa idea de Serie B, o bajo presupuesto que definía a la productora. Pero es esta idea, la que consigue en el monstruo un realismo y una credibilidad mayor, por asemejarse más a un cadáver en pleno estado de descomposición. Con la falta de medios, consiguieron un personaje en ese sentido más creíble.

Los decorados y el vestuario característicos de la “Hammer”, amén de la fotografía, le otorgaron a esta revisión británica del mito de Frankenstein un carácter más comercial, menos teatral y poético que sus antecesores de la Universal, pero igualmente apasionante para los que amamos el género de terror. El uso del Technicolor fue un aliciente más, para rememorar los clásicos, en un país sin apenas tradición de cine de terror. Y el uso del color como un componente dramático por parte de Asher, con un gusto exquisito que mezcla romanticismo con formas expresionistas, es quizá la clave del estilo propio de la “Hammer”.

Considero que esta película aún siendo concebida como de Serie B, merece ser apartada al menos, de las connotaciones despectivas de tal apelativo porque pese a no representar nuevas ideas desde el punto de vista narrativo, plantea una nueva corriente estética y una revisión en su momento necesaria de antiguas ideas que merecían ser colmadas de color para ampliar así nuestra amada historia del cine.

por Juan José Iglesias

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