LA BRUJA-The VVITCH (2015)


Las brujas y la brujería sean el arquetipos menos explotado si lo comparamos con Drácula, el monstruo de Frankenstein o el hombre lobo, sin que con esto queramos decir que no hay apenas filmografía relacionada porque estaríamos afirmando una falsedad. El fenómeno de la brujería se ha ido tocando a lo largo de la historia del cine en mayor o menor medida y con diversos enfoques: en sus orígenes encontramos el documental fundacional e indispensable Häxan. La brujería a lo largo de la historia (Häxan, 1922), para más adelante pasar en las primeras décadas a títulos en una línea de comedia romántica y enredos como Me casé con una bruja (I Married a Witch, 1942), Me enamoré de una bruja (Bell, Bok and Candle, 1958) o la teleserie Embrujada (Bewitched, 1964), quizá uno de los enfoques con los que más se ha tocado el tema, u otras posteriores como Las brujas de Eastwich (The Witches of Eastwick, 1987) o la relativamente reciente película española de Álex de la iglesia, Las brujas de Zugarramurdi (2013); también con este enfoque más desenfadado y más “blanco” encontramos otros títulos como La maldición de las brujas (The Witches, 1990) o El retorno de las brujas (Hocus Pocus, 1993), para entrar en enfiles más serios, crudos y terroríficos como la trilogía de Darío Argento de “Las tres madres” (Suspiria (1977), Inferno (1980), La terza madre (2007)), La máscara del demonio (La maschera del demonio (Black Sunday, 1960) de Mario Bava, La estación de la bruja (Season of the Witch, 1973) de George A. Romero o Bajo la sombra del Infierno (The Witches, 1966) de la Hammer, pasando por revisiones juveniles como Jóvenes y brujas (The Craft, 1996), hasta llegar a dos de las más importantes y preferidas de un servidor The Lords of Salem (2012) y la presente La bruja (The VVITCH, 2015). En el caso español aunque no destaca especialmente el tratamiento de las brujas, tenemos casos como Akelarre (1988) de Pedro Olea con su trasfondo político sobre Euskadi, Inquisición (1976) de Jacinto Molina o El monte de las brujas (1972) del director de fotografía Raúl Rigot,uno de los primeros trabajos de nuestros país en el que se tomaba el tema con cierta seriedad frente a otros productos previos como Una bruja sin escoba de 1967.

Aunque existe un buen número de cintas, pocas son las que le dan el enfoque que la bruja se merece, sin embargo no es el caso que vamos a tratar.

Pudimos ver  La Bruja en la pasada edición del Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, concretamente fue la encargada de abrir el festival, ¡y qué inauguración señores! Llegaba a nuestro país precedida del éxito conseguido en el Festival del Sundance 2015, en el que el debutante Robbert Eggers, fue premiado por la cinta, algo bastante inaudito y al tiempo revelador sobre el espíritu de la cinta.

Antes de abordar la película cabe señalar que no se trata de una obra codificada extremadamente con los clichés del género, si bien los tiene. El principal problema de la película probablemente haya sido su campaña de márquetin que la presentaba como una cinta de terror, y no es que no lo sea, pero a veces causa confusión entre un público que cuando lee o escucha el término terror lo relaciona con una serie de situaciones que aquí no vamos a encontrar. Ni sustos, ni monstruos, ni sangre a raudales, ni violencia explícita, ni golpes de efecto sonoro que nos hagan saltar de la silla…nada de esto lo vamos a encontrar en La bruja, sin embargo, sí encontraremos una ambientación oscura, malrollera y angustiante que se desarrolla en un increscendo que pone los pelos de punta. El terror fundamental, además de lo ya mencionado se desarrolla a raíz del drama familiar, algo que interesaba especialmente a Eggers y que tuvo desde el principio que debía ser el eje vertebrador de la historia, que comenata al respecto: «Cuando las dinámicas familiares se trastornan dan mucho miedo». De hecho la familia y su descomposición, basada en el modelo patriarcal, ha sido un enfoque llevado a la pantalla en muchísimas ocasiones en lo que respecta al género de terror.

La bruja es una historia basada en hechos reales de la época en la que desarrolla, el S.XVII que se ubica en Nueva Inglaterra que fue fundada por calvinistas ingleses extremistas, si bien el director reconoce que bebe de diversas fuentes del folclore popular, especialmente de los cuentos clásicos de hadas más crueles y menos moralizantes, así como en los juicios de Salem de 1692.

La cinta se fragua entre leyendas, cuentos, historias reales de manera manifiesta en un opresivo drama familiar, con una puesta en escena academicista, un tono serio y formal con el que parece el director se siente cómodo ya que sus anteriores trabajos, como el cortometraje expresionista donde adaptaba Hansel y Gretel (2007) y The Tell-Tale Heart (2008) una adaptación del cuento “El corazón delator” de Poe tenían este mismo enfoque. No es vano que vamos a percibir a lo largo del metraje ciertos ecos de maestros como Dreyer, Bergman, Tarkovsky, e incluso Kubrick.

Toda la puesta en escena de La bruja está cuidada al milímetro, y posee un grado de realismo llevado al extremo –los vestidos de los protagonistas fueron cosidos a mano–, pese a que La bruja es una película de bajo presupuesto.

Según el director de fotografía, Jarin Blaschke, la película se rodó íntegramente con luz natural, algo que la dota de un ambiente realista, que propicia una fotografía gélida, gris-azulada que refleja un malestar social y más específicamente el de la familia protagonista que ayuda a marcar el tono de la historia, en la que se puede apreciar la influencia de la pintura de Goya, los gravados de Doré, Rembrand y otros muchos. El trabajo de Blaschke, dota la película de una atmósfera en la que parece que una tempestad amenazante se vaya de desatar en cualquier momento para arrasarlo todo, ayuda a la contención dramática y a su desarrollo, y junto al resto de elementos que la componen, la convierten en una cinta estéticamente refinada, bella y al mismo tiempo oscura y desgarradora.

Hay que destacar por otro lado otro elemento fundamental de la cinta que no es otro que la banda sonora de Mark Korven, responsable de la música de Cube (ídem, 1997) uno de los títulos clave de género de finales de los 90.

La cinta se rodó durante 26 días en Kiosk, una ciudad maderera abandonada –apenas viven en la zona 60 personas– del norte de Ontario, Canadá, y sus bosques ya que fue aquí donde encontraron la complicidad necesaria para poder tirar el rodaje adelante. No en vano la mitad del presupuesto de la película proviene de las ayudas obtenidas en Canadá. Tal era la voluntad de trasladar a la pantalla el mayor grado de realismo que incluso la granja que aparece en la película fue construida con la ayuda de algunos carpinteros locales, con materiales reales, tal y como se hubiera hecho en la época en la que se desarrolla la cinta.

La historia de La bruja narra como una familia de calvinistas es expulsada de su comunidad por el carácter cerrado y extremista del cabeza de familia, William, interpretado magistralmente por el actor Ralph Ineson que da vida a un personaje más papista que el papa, es decir, más extremista que el resto de sus vecinos de comunidad. Condenados a abandonar la comunidad por no querer ceder ante su visión extremista, la familia se ve condenada a vagar por los terrenos de Nueva Inglaterra hasta que encuentran un claro frente a un tupido e inquietante bosque donde establecen su nuevo hogar. Un bosque que parece estar embrujado según parece. De algún modo la situación elegida para montar la nueva vida de la familia es como poco curioso, parece que situar la familia cara a cara frente al mal sea una prueba que superar, enfrentarse a los pecados, las tentaciones y lo que pueda surgir del bosque, quizás una manera del cabeza de familia de demostrar a los suyos que no hay que temer a nada cuando se posee la fuerza de creer en Dios como él lo hace, algo que pondrá a prueba a su familia y sus creencias. En todo caso una prueba de fuego en toda regla.

Al principio parece que todo va bien, tienen su granja, algunos animales, entre ellos un macho cabrío negro, y sus cultivos con los que subsisten sin demasiados problemas, pero el extraordinario carácter puritano del padre genera una tensión difícil de sobrellevar, algo que lo convierte finalmente en un elemento totalmente ineficaz para la subsistencia de su familia y que provocará la paulatina descomposición de esta.

Pronto los acontecimientos dan un giro inesperado cuando el pequeño de la familia, apenas un bebé, desaparece delante de las narices de la hija mayor y no consiguen encontrarlo, la tierra deja de ser fértil, los animales empiezan a tener conductas extrañas, incluso dan sangre en lugar de leche cuando son ordeñados, y otro de los hijos empieza a mostrar síntomas de estar poseído. Todos estos elementos incomprensibles e indigeribles por la familia y especialmente por el cabeza de familia, acaban con la conclusión y acusación por parte de este de que la su hija adolescente, interpretada por Anya Taylor-Joy, es una bruja. Todo este proceso que se sucede en un increscendo medido con precisión por Eggers para ir contaminando poco a poco el ambiente familiar de algo terrible, contenido y creciente que terminará por explotar en un auténtico clima terrorífico que puede llegar a interpretarse como fruto del histerismo religioso fruto de la situación extrema a la que llega la familia en su intento de subsistir bajo la tutela de un hombre obsesionado por su fervor religioso y sus valores tremendamente cerrados.

Al final, para los progenitores todo se reduce a culpar a la hija mayor, que está en ciernes de convertirse en una mujer, en gran parte por ese motivo y por su carácter rebelde o realista respecto al punto de vista de su padre. Ella se convierte en un elemento subversivo, que huye del rol de sumisión preestablecido socialmente, y en esa época la mujer era poco menos que un cero y tener una hija sinónimo de desgracia. Es por ello que la hija se convierte en la fuente de todos los males para sus progenitores.

La bruja no deja de ser también una historia del tránsito femenino de adolescente a mujer, la reivindicación de la libertad de pensamiento, del propio individuo como tal frente a la masa aborregada, o el poder femenino frente al patriarcado imperante. Una cinta que admite multitud de interpretaciones y elementos analíticos que se construye sobre una historia de terror realista que realmente inquieta y tensa al espectador sin el uso de ningún artificio, una manera de plantear el terror que cada vez me tiene más cautivado. Será que me hago viejuno.

Originalmente publicada en el fanzine Ceremonia Sangrienta #3

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