PROYECTO: TROLL HUNTER.

PROYECTO: TROLL HUNTER. (TROLLJEGEREN, NORUEGA, 2010)

Director: André Ovredal/

Productores: Film Fund Fuzz. Filmkameratene A/S/

Guión: André Ovredal/

Fotografía: Hallvard Braein. FNF/

País: Noruega/

Efectos Especiales: Oystein Larsen/

Intérpretes: Otto Jespersen, Glenn Erland Tosterud, Johanna Morck, Thomas Alf Larsen/

Duración y datos técnicos: 90 min. Color.

 

 

Si habláramos de cine Escandinavo alcanzaríamos pocas conclusiones debido a la gran diferencia cuantitativa y cualitativa entre países como Suecia y Dinamarca con respecto a  Noruega. El país Nórdico, cuyo folclore nos narra las leyendas de los Trols, comenzó tardíamente su andadura en la historia del cine allá por el año 1906 o 1908, según el historiador que lo cuente,  con “Los Peligros del Pescador” (Fiskerlivets farer) de Hugo Hermansen y sigue siendo a día de hoy un país joven en sus planteamientos cinematográficos, debido a no haber logrado un éxito internacional similar al de sus países vecinos que provocara un crecimiento natural de la industria cinematográfica noruega.

En los últimos años el cine de terror noruego, se está abriendo paso internacionalmente con propuestas cargadas de personalidad y ciertamente alejadas del mainstream,  en cuanto a cine del género se refiere. Películas como “Hidden” (Skjult, 2009), o la saga “Cold Prey” (Fritt vilt, 2006, 2008 y 2010) han ido presentando propuestas divertidas, terroríficas y representativas de la cultura propia de su país. En el caso que nos ocupa, el experimentado André Ovredal da el paso definitivo al celuloide, tras más de doscientos trabajos en publicidad y un thriller realizado en su época de estudiante titulado “Future Murder” (2000). Escribe y dirige esta historia, modernizando con un estilo «found footage», ese folclore tradicional y creando así un híbrido altamente cautivador y merecidamente original. El largometraje formará parte de la Competición Oficial de la inminente cuadragésimo cuarta edición del Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya.

Con ese formato de falso documental, se nos presenta la historia mediante rótulos y narrador para introducirnos en la narración de cómo un grupo de jóvenes aficionados al vídeo y la televisión desentraman una conspiración gubernamental para ocultar a la población la existencia de los Trols, con el fin de evitar el pánico generalizado y de cómo trabaja el cazador de Trols, principal baluarte y defensor de este secreto.

El género de Falso Documental  ya va mostrando síntomas de cansancio, pero en esta curiosa sorpresa que es “Trollgejeren”, toma un formato que conceptualmente va un poco más lejos de lo habitual, porque se enfrenta a un problema importante: la facilidad de que un planteamiento como este caiga en una vulgaridad que le acerque al guiñol o al cine para adolescentes. Este riesgo de pérdida de credibilidad lo suple con una excelente dirección de arte que entrega una ambientación bella y realista de poderosos, salvajes y fríos escenarios  y unos efectos especiales que desempeñan su mayor virtud en el diseño de unos Trols verosímiles que me recuerda a otras cintas cuyos buenos resultados en cuanto al diseño de sus monstruosos personajes  fue muy interesante como “El Descenso”(“The Descent”, 2005), de Neil Marshall. La diferencia a favor de esta cinta es que la dificultad es mayor, debido a tratarse del folclore de su país lo que hace presuponer un mayor reto y una necesidad de adaptación al modelo para representar a tan evocadores colosos. La trayectoria como publicista del director del film queda patente en algunos fotogramas dedicados a excelentes paisajes blancos, donde inmensos Trols campan a sus anchas, para dejarnos bellos lienzos netamente escandinavos.

Está muy lejos de ser una película de género al uso. Fusiona los géneros de terror y fantástico con el documental, mezcla apetecible por una originalidad lograda mediante un inteligente trabajo de recapitulación y unión de muy diversas influencias. La diferencia que tiene con esos clásicos del falso documental como “El proyecto de la Bruja de Blair” (The Blair Witch Project, 1999), es sencillamente el romanticismo. Cambia por completo la intención de causar terror por una clara intención evocadora que trata de modernizar los cuentos de Shetland y Orkney entre otros, otorgando a su visionado un cierto placer infantil para adultos, del todo disfrutable. Aparte, consigue por momentos crear cierta expectación y nerviosismo en el espectador, añadiendo toques de intriga a la hora de plantear los personajes. Podría verlo como un “tour de forcé” casi desquiciado y del todo romántico, de complacientes resultados.

El personaje del “Troll Hunter”, es interpretado por Otto Jespersen, actor netamente televisivo cuya primera aparición en el cine se produce en la cinta que nos ocupa. Su prolífica carrera en televisión le presupone una honestidad interpretativa a la que el actor hace honesta justicia. Su interpretación es seria, sincera y capaz de transmitir la serie de valores románticos y en cierto modo denostado, que el personaje necesita. Quejosamente su personaje se siente realizado como ese antiguo cazador épico, justo y valiente que libera a su pueblo de los peligros que le acechan.

El grupo de chavales  es encarnado por Glenn Erland Tosterud, que debuta en esta película, y Johanna Morck y Tomas Alf Larsen que ya debutaran en la citada saga de terror “Cold Prey”. Esa interpretación amateur y casi diletante de sus protagonistas ensalza el híper-realismo que necesita la crónica de los hechos para servir de contrapunto a su vertiente fantástica para conformar ese híbrido tan interesante que al fin y al cabo ofrece el alma y el valor a la cinta.

El uso de la Handycam desde el punto de vista de los jóvenes, a veces exenta  brusquedad y en otros momentos frenética, le permite al director mantenerse dentro del marco del falso documental y al mismo tiempo participar del  sosiego al que nos consignan tan solitarios y evocadores paisajes y así crear otro hermoso contraste con las escenas de acción que por otro lado resultan sobrias y creíbles. Ese diseño de escenarios y la implementación de los colosos en los paisajes, son las mayores virtudes del largometraje, gracias a un trabajo excepcional de efectos especiales.

El hecho de carecer de música en su banda sonora, salvo varias canciones que escuchan los propios personajes, refuerza la intención de documental de Ovredal. Un acierto pleno, ya que cualquier inclusión musical para reforzar cualquiera de las escenas lo único que habría provocado es un aumento de espectacularidad a costa de la propia credibilidad de la película haciéndole perder valor considerablemente.

No hay motivo ninguno para entender esta historia como un “Mockumentary”, en su sentido más clásico, porque se aleja en  su definición de la comicidad o sátira en la que insisto que consigue no caer en ningún momento, aún planteando una idea del todo imposible desde el punto de vista documental. Lo bello de esta historia es dejarnos engañar y dejarnos llevar por una bonita mentira, entre cuyos antecesores más clásicos podemos considerar entre otros, a la versión radiofónica que hizo famoso a Orson Welles sobre “La guerra de los mundos” (“The War of the Worlds”, 1898) de H.G. Wells.

Por: Juan José iglesias.

Comparte este texto:

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*