Crónica Festival Sitges 2010: Día 7

Es miércoles, dos noches antes sucumbimos a un auténtica tampestad que nos caló hasta los huesos y se notan las consecuencias de llegar al hotel empapado hasta la médula y el aire helado que se levantó por sorpresa. Febril? Quién sabe pero la mañana la inauguramos con My Joy (Schastye Moe) y uno no sabe que pensar. No sé discernir si ha sido la película por méritos propios o con ayuda del malestar lo que me ha hecho pensar que estaba frente a uno de los bodrios del festival disfrazados de película de esas de autor, de las buenas eh…porque son de autor no? My Joy , yo le llamo My Way y no hace falta que explique porqué, tiene un estilo narrativo que no le ayuda en absoluto, aunque si ayuda de manera innecesaria a inflar el metraje hasta los 120 minutos. Las peripecias de un camionero perdido por el interior de la Rusia más profunda, cerrada y pesimista se nos narran con una parsimonia que exaspera puesto que lo que acontece tampoco aporta demasiado. Las situaciones son de una obviedad demoledora…que el hombre se enfrenta a las visiones de pobreza, abusos de poder, prostitución juvenil, violencia, etc…y esto hace que todo desemboque, demasiado tarde desde luego, en un acto de violencia vengativo en forma de queja al sistema?…tarde, flojo y mal. Una especie de Un día de furia, salvando las disatancias, pasado por el filtro de cine intelectual que enerva a cualquiera. No me gusta que me engañen…o  que vendan humo.

Tras dar una vuelta por el Brigadoon nos dirigimos a ver el pase de La posesión de Emma Evans, muy esperado por un servidor. Al día siguiente tenemos entrevistas con su director Manuel Carballo y sus dos protagonistas Sophie Vavasseur y Stephen Billington así que es de obligatorio visionado. Nos encontramos ante la enésima producción que gira entorno a las posesiones en la presente edición del festival junto a The Last Exorcism, The Possesion of David O’Reilly, o el clásico The Exorcist. Manuel Carballo dirige un guión de David Muñoz, guionista de El espinazo del diablo por ejemplo, acercándose a la posesión de Emma con un tono muy realista al que llega mediante una imágen de textura muy real, subjetivismo, cámara al hombro e intentando almenos en los dos primeros actos enfocar la posesión como una enfermedad que no deja de ser una metáfora de la problemática en el camino de autoconstrucción de una adolescente. El guión tiene un punto de vista interesante respecto a otras posesiones pero el trabajo actoral en ocasiones flaquea y dificulta la credibilidad de lo que vemos, así como algunos errores garrafales de guión que chocan con ese intento de realismo llevado a cabo por Manuel Carballo como que para proteger al hijo pequeño de la família lo trasladen a casa de su tía que vive en un adosado paret con paret y cuyos jardines se separan por una pared de apenas medio metro. Las consecuencias son obvias pero es algo ciertamente tramposo y cogido por los pelos que rompe lo que la cinta pudiera haber ocnseguido hasta el momento.

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